César Manrique era un pintor del arte abstracto con éxito mundial que estaba en Nueva York. Se movía entre los artistas más grandes del momento, iba de exposiciones a fiestas en el mundo del Pop-Art y el expresionismo norteamericano. Le encantaba la cultura y el arte que había en la ciudad, y se sentía a gusto con el pulso y la libertad. Pero de repente decidió volver. Regresó a la isla donde había nacido, a la que era una ciudad pequeña y provincial y aislada, y que se llamaba Arrecife. En Lanzarote está mi verdad, escribió en su diario y volvió.
César escribió que la tierra de su isla fue lo primero que le sorprendió con su belleza, y esa tierra de su infancia se convirtió en concepciones lávicas con relieves arenosos que eran en sus propias palabras como la misma y brutal superficie de la isla. Quería llegar a su esencia, intentó captar el sentido dramático de la isla que parece duro e inhóspito a los visitantes la primera vez cuando la ven, con la tierra seca y la desnudez que choca y rechaza. No quiere ser comprendida a primera vista, escribe César: pero poco a poco uno se va descubriendo una extraña y nueva belleza escondida y difícil de digerir.
La isla estaba en un momento importante cuando volvió. Había empezado a llegar turistas y César estaba muy preocupado por el peligro de que se repitieran la voracidad de otras islas. Hacía desde entonces grandes esfuerzos, una y otra vez, con sus manos, y sus palabras, para salvar a Lanzarote de la codicia. El haber nacido en esta quemada geología de cenizas, en medio del Atlántico, condiciona a cualquier ser mediantemente sensible, escribe Manrique en uno de los textos que están recopilados en “La palabra encendida”. (…) todos los artistas que sienten la armonía y la belleza como un estado superior de la cultura instintiva tenemos el deber moral y ético de salvar por todos los medios lo que nos rodea y denunciar todo lo negativo referente a la vida (…).Él lo intentaba, y lo hizo hasta que la palabra se encendiera y pareciera un grito desesperado. Se convirtió en, como escribe Rafael Alberti, pastor de vientos y volcanes.
Volvió a Lanzarote. Y luchó por ella. Pero parece que ni su lucha, ni las leyes, consiguen conservar y proteger la tierra. A veces da la impresión de que reina más la Ley de Noche en la sombra detrás de la Ley Oficial, susurrando en oídos con ganas de escuchar de lanzarse, de coger más. Y más…De ser como sus amigos, vecinos, las otras islas; ellos también lo hacen, y más, han cogido y construido más que tú… La protección esta vista como barrera molesta que hay que saltarse. Hay que encontrar el sitio más bajo y saltarla lo más rápido posible. Siempre en el momento, a corto plazo. Y siempre hay un poquito más de tierra que era única de conquistar. Es la luz que quema y se vuelve perversa. La ambición y persistencia en la avaricia y en seguir la Ley de Noche es tan grande que llegaron a detener a un dirigente político en la cárcel por una nueva trama que había dirigido desde dentro de las rejas.
En el canal alemán de televisión WDR emitieron el documental Die kanarischen Inseln: Umweltsünder, traducido al español se llamaría “Las Islas Canarias: pecadores del medioambiente”. El equipo de televisión germana estaba asombrado viendo todas las construcciones ilegales en espacios protegidos que hay en Lanzarote, isla declarada Reserva de la Biosfera por UNESCO. En el documental visitan varios hoteles de cinco estrellas ilegales en espacios protegidos. Preguntan en las administraciones públicas cuántos de estos hoteles ilegales han sido demolidos. Ninguno, les contestan. Cuando preguntan por qué no hay respuesta.
La Agencia de Protección del Medio Urbano y Natural (Apmun) ordenó en Junio 2011 la demolición parcial de 14 chalets de la urbanización La Bufona en Arrecife, la ciudad dónde nació César Manrique. Buena parte de esta urbanización se construyó sin autorizaciones pertinentes sobre suelo rústico de protección y valor natural ecológico. Entre los dueños había dos personajes públicos de la política y la judicatura: la presidenta de un partido político en Lanzarote, y el ex-fiscal coordinador de la isla de los volcanes. En una web de humor, elagitador.com, hicieron una viñeta en la que se veía la imagen del inquilino Señor Fiscal de la casa “manifiestamente ilegalizable”, según varios informes, acompañado con un texto que decía que el fiscal iba a demoler personalmente su casa en Bufona. Explicaba que el Señor Fiscal se había comprado un kit de demolición y que quería cumplir la ley. Siguieron los responsables de la web el camino que nos preparó César. Denunciaron los atropellos a la naturaleza. Y los medios que tenían eran su ironía, su sentido de humor y sus palabras. La página web de humor fue condenada a pagar 15.000 Euros al Fiscal por herir su honor. Han pasado 14 años desde que la casa del Fiscal y la de la diputada fueron consideradas “manifiestamente ilegalizables”, y siguen sin ser demolidas.
En un discurso, pocos meses antes de morir, en la inauguración de la Fundación que lleva su nombre habló César de las memorias de su infancia, sus veranos salvajes en La Caleta, donde toda luz era de su posesión, y el Atlántico, su maestro; lección suprema y constante de entusiasmo, de pasión y de libertad. Es difícil seguir el camino que dibujó en la arena volcánica. Es difícil mantener el entusiasmo y la pasión y denunciar con palabras encendidas, o irónicas, o de humor, o cualquier tipo de palabras, los atropellos a la naturaleza y la libertad y los momentos en que La Ley de Noche con su voracidad y codicia parece reinar más que la Oficial. Intentar ser pastores de vientos y volcanes puede salir muy caro. ¡Pero hay que hacerlo! La naturaleza única en el mundo que tenemos en Canarias y que demolemos no volverá. Hay que cantar y hablar y pintar y escribir con palabras encendidas como César para que la isla no sea destruida. O otra vez silencio amordazado.
Sofia Feith