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Hernán Peraza casi murió vestido de mujer

sofiagarajonay

Justamente había sacado mis pies del agua. Todavía me acuerdo lo fría que era. Hace diez años y estabas en mi barriga, entonces pensé que te íbamos a llamar Ithaysa. La foto está hecha en Garajonay. En el bosque de laurisilva dónde las montañas paran las nubes y se forma lluvia horizontal. Cuando tu padre me hizo esa foto sentada encima de troncos de madera sobre el agua y con rocas en el fondo era la primera vez que estaba en La Gomera. Me acuerdo que estaba muy feliz, que me parecía una isla mágica, preciosa. Pensé mucho en ti, y en la suerte que tenías que ibas a crecer en aquel paraíso. Todo era nuevo. No sabía nada de Canarias. Me acuerdo que tu padre tenía una camisa azul donde ponía “La Graciosa” con letras blancas pequeñas. Pensé que se lo había regalado una amiga que le llamaban así porque era muy graciosa. No sabía que hay una isla con ese nombre. Cuando estaba contigo en mi barriga en el bosque de Garajonay con el agua fría y los árboles verdes y la humedad fresquita no había oído de los Sucesos de Hermigua, no sabía quién era Hernán Peraza.

Hernán Peraza casi murió vestido de mujer. Iballa, su amante, había escuchado como se acercaban a la cueva. Se puso muy nerviosa, en palabras de José Viera y Clavijo dijo: ¡Toma al punto mis vestidos y sal disfrazado de mujer, para que no te conozcan! Parece que lo hizo, se vistió con la ropa de su amante para intentar escapar de la furia. Pero en la puerta gritó una señora mayor que era él quien iba a salir, que no le dejara escapar. Volvió dentro de la cueva para no morir en traje de mujer.

La Gomera nunca fue conquistada. Los gomeros habían vivido juntos con los castellanos bajo un tratado de amistad durante años, parece ser que la mayoría de ellos eran ya bautizados e iban a la iglesia. Pero todo cambió cuando llegó Hernán Peraza el Joven al poder. Era un conquistador de los de verdad, con su propia ley, violenta, la de la noche, de la sombra. Era de los que siempre está muy por encima de la otra ley, la ley mundana, la de los plebeyos. Era de los que no les importan usar su pueblo como esclavo para sus propios fines, acumular sus propias riquezas, castigándolo duramente si se opone. De los que no pueden morir vestidos de mujer. Los gomeros siempre han tenido la fama de ser difíciles de someter: no pudiendo acostumbrarse estos intrépidos isleños a soportar el yugo de la dominación arbitraria de aquel joven, escribió Viera y Clavijo sobre Hernán Peraza. Hubo en la Gomera algo parecido a un movimiento de protesta, una manifestación, contra el Conquistador. Parece que los gomeros se habían juntado y le habían bloqueado el camino hacia el centro de la isla. Hernán Peraza pidió ayuda a Pedro de Vera, el conquistador de Gran Canaria, que tampoco era conocido por tener escrúpulos. Vino, según Carlos Müller en su libro en alemán sobre las islas canarias, Die kanarischen Inseln- reisen durch die Zeit, con solamente 100 hombres pero con dos grandes barcos. ¿Por qué dos barcos? Hernán Peraza no lo había tenido fácil coger a gomeros como esclavos y venderlos en Europa, que era la ganancia verdadera de la Conquista de las Islas Canarias. Como eran bautizados y nuevos cristianos la iglesia no se lo permitía. Lo había intentado pero los Reyes Católicos se habían enfadado con él. ¡Ahora, gracias a la sublevación, había, según Müller, encontrado el hueco jurídico para hacerlo! Al querer seguir sus vidas como pastores y negarse matarse en sus plantaciones los gomeros no solamente desobedecieron a él mismo, y a la corona, sino por ende al Dios cristiano. Como castigo por protestar y hacer una manifestación ya se les podía coger y mandar como esclavos a Europa.

Lo ocurrido no cambió nada. Ni el conde se hizo menos autoritario, ni los gomeros más sumisos. Cuando el Conquistador salvador se retiró a Gran Canaria con sus soldados, y más de 200 prisioneros gomeros entre hombres, mujeres y niños, volvió Hernán Peraza, escribe Viera y Clavijo, a tratar sus vasallos con tanta tiranía, que aun las personas que le eran más afectas le abandonaron. Siguió así hasta el día en que se vistió con la ropa de su amante y luego se la volvió a quitar para no arriesgarse morir en prendas de mujer. Después vino otra vez Pedro de Vera de Gran Canaria. Él y Beatriz de Bobadilla, la viuda, ordenaron a todos los gomeros a asistir a la iglesia para el funeral. El que no viniera sería visto como traidor y cómplice del asesinato de Hernán Peraza. Según Viera y Clavijo acudieron casi todos los vecinos de la isla, asegurados de su inocencia y de la palabra del gobernador. Cuando llegaron a la iglesia los castellanos cogieron, maniataron y luego mataron alrededor de 500 hombres. 700-800 mujeres y niños fueron mandados como esclavos a Europa. Se abrió un proceso juridicial en la Península contra Beatriz de Bobadilla por la matanza y venta de esclavos de tantos gomeros inocentes, pero el proceso se alargó en el tiempo hasta final se olvidó de él y se canceló.

Después de los Conquistadores vinieron los Caciques. Los nuevos señores de la isla. Eran muchas veces de las mismas familias que los Conquistadores. Seguían acumulando sus riquezas personales, seguían sin pensar en “su isla” como otra cosa que “su isla”, a su disposición y a su servicio. Ya no se podía vender a nadie como esclavo a Europa pero siempre intentaban impedir cualquier organización de sus obreros para que todo sigua igual y no haya cambios en la situación de dominio y poder, la diferencia enorme de las grandes casas y fiestas y comidas de gala que tenían ellos, y la pobreza total de los obreros que luchaban y trabajaban duro para sobrevivir. Así hasta entrando ya en el Siglo XX cuando pasaron los Sucesos de Hermigua.

El 22 de marzo de 1933 se convoca una huelga general para protestar contra que por presiones de los caciques no dejan a nadie que está en un sindicato trabajar en una carretera. Grupos cada vez más grande de trabajadores y sus mujeres e hijos salen a la calle en una manifestación. Hacen una barrera en la carretera, mujeres gritan a un cabo que no siga: ¡No traiga más guardias, que solo queremos el pan de nuestros hijos! La ira y la desesperación va escalando y algunos tiran piedras y pegan con palos al camión del cabo. El cabo da órdenes de disparar, ¡Fuego!, y dispara a la multitud que se acerca para quitarles las armas. La rabia les enciende aún más y terminan por matar a un guardia. También muere el cabo. Y varios de los obreros. Cinco personas de los manifestantes son como consecuencia de los sucesos sangrientos condenadas a muerte pero luego absueltas por la Ley de Amnistía durante la República 1936. Estos cinco fueron todos entre los “desaparecidos” de Canarias después de la toma de poder de los fascistas unos meses más tarde el mismo año.

Cuando acababa de sacar mis pies del agua fría de Garajonay y tu padre me hizo la foto contigo en mi barriga no sabía que diez años más tarde ese pasado tan, tan remoto, que entonces ni siquiera conocía, ahora me parece de repente algo menos lejano. No sabía que después de diez años de descubrimientos y de curiosidad y amor de repente iba a pensar que a lo mejor estas islas podría no ser lo mejor para ti. Que la Ley de la noche y la sombra todavía está aquí. O volvió otra vez. Que podría llegar a plantearme alguna vez la posibilidad de hacer las maletas e ir a mi país frio del norte aunque hemos estado y estamos tan felices aquí. No sabía cuando estaba en el bosque verde de laurisilva y de roques contigo en mi barriga que iba a temer cosas para tu futuro que yo siempre toda mi vida las había dado por hecho. No sabía que iba a pensar que quizá aquí no tendrás posibilidades de seguir tus sueños. O pensar por ti misma. O ni siquiera salir a la calle a protestar cuando vulneran tus derechos.

Dice Yeray Rodriguez que la dignidad se pierde una vez solo. No la deberíamos perder ahora. Todavía estamos a tiempo de cambiar el rumbo otra vez. Todavía podemos volver a la Gomera. Todavía podemos entrar entre los roques en el bosque de laurisilva dónde la lluvia es horizontal, todavía podemos meter los pies en el agua.

Sofia Feith

El lago y la nieve

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El cuerpo tiene, según el sociólogo Bryan S. Turner, un gran papel simbólico y histórico, en el se puede ver reflejados importantes problemas políticos y personales de una sociedad. En cierto modo lo sabes. Sabes que ella quiere decir algo. Y que es importante. Algo que se puede leer en su cuerpo, en sus jerseys de mangas largas.

En la ventana de la cocina hay velas de verdad en un candelabro y una lámpara colgada cubierta por una tela azul. Está sentada en el sofá de madera. Se pone los zapatos. La máquina de café y el lavavajillas hacen ruido, el perro se mueve encima de la alfombra. Se levanta del sofá y sale al pasillo. Escuchas como se pone la chaqueta. No preguntas dónde va y no te lo dice. La puerta se abre y luego, enseguida, se cierra. A través de la ventana de la cocina la ves andar en la nieve que le llega a por encima de las rodillas. No tiene guantes ni gorra. Su pelo está despeinado y las manos están dentro de las mangas. Te da una pequeña sensación de dolor en el pecho cuando la ves allí en la nieve. Es tan delgada y pequeña, parece que se pueda romper si hiciera un poco de viento ahora. Quieres cogerla en tus brazos, darle calor. Ojala, piensas, pudieras entrar con ella en el gran edificio gris para que pueda esconderse por detrás de tus piernas como hacía cuando era pequeña, su mano chiquitita fría y sudada. Quisieras apretarla fuerte, allí, en el edificio gris, cuando acierte, ¡ya ves, que bien lo haces!, y aún más cuando se equivoca. Decirle que no sea tan dura con ella misma, que tiene que intentar ser feliz, que jamás has pedido nada más. Quieres exprimir las vueltas al lago y la nieve, las bolas de papel y las mangas que cubren los nudillos, el único sitio en su cuerpo dónde se lo podría leer. Quisieras rellenar el hueco que tiene en la barriga donde entran los insectos. La llevarías delante del espejo del pasillo. Si pudieras daría tu casa y tu trabajo y todo lo que has conseguido por volver a verla mirarse allí y sonreír y cantar y bailar, no querer irse, como hacía cuando era pequeña y su mano era un micrófono, antes de empezar a esconderla por debajo de mangas largas de jerseys. Quieres decirle que es preciosa, que es lista, que es la piba más graciosa que conoces. Que es maravillosa. Decirle que esperas que un día, algún día, pueda volver a ver lo que tú todavía ves.

En vez de eso: silencio. Las palabras no te salen, tus manos están como piedras. El hueco que intenta rellenar, y luego vaciar, es demasiado grande, demasiado infectado, demasiado abierto. Te da miedo hacerlo mal. No sabrías que decir para curarla (no sabrías si vaciarla, o llenarla). Te da angustia que la puedas perder para siempre. A lo mejor no lo tiene tan mal, piensas. Tiene todavía muy buenas notas, aunque es la que menos va, tiene todavía muchos amigos, aunque ya casi nunca los ve, tiene todavía novio, aunque ella nunca es la que llama. La llaman, la tiran, como tú. Pero se esconde, se va al lago, inventa historias. Cuando están ustedes dos solas, en silencio- si no lo pronuncian, si nunca lo pronuncian– y tiene sus jerseys grandes con mangas largas es casi como si no existiera. Entra de nuevo por la puerta. La nariz está roja y los ojos están húmedos, tienen un brillo como a fiebre. Las partes bajas de los vaqueros están mojadas y oscuras. No dice nada, va directamente al baño. Tiras el café que ya se enfrió en el fregadero y pones tu taza en el lavavajillas, tu mano tiembla un poco. El corazón late rápido, como si estuvieras corriendo. No has abierto el tarro de galletas que pusiste encima de la mesa, tampoco la revista de moda. Has estado mirando la nieve y la oscuridad fuera. Olvidaste tomar tu café. Sale del baño y va a la escalera a su habitación arriba. No preguntas dónde ha estado. La ves volver a irse con sus pantalones mojados y el jersey grande. Ves que está sucio, hay algunas manchas marrones por la barriga. Piensas que la estás perdiendo.
“¡Ese jersey no te lo pongas otra vez mañana, oíste!” dices por detrás de ella. Ese jersey no te lo pongas otra vez mañana, oíste. Eso es lo que al final dices. Murmura algo que no puedes captar. Oyes la madera crujir y pasos, su puerta que se cierra. Luego el lavavajillas, el perro que se mueve en el suelo encima de la alfombra.

No sabes que suele parar un momento cerca de la casa. Para entre los árboles y su aliento está allí como humo en el aire frio. Se suele girar y buscarte con la mirada, intenta encontrarte en las ventanas. No sabes que la luz de tu cocina, las velas, la lámpara con tela azul, para ella es la más calurosa del mundo. La tira, llama. No sabes que piensa que ojala pudiera volver y sentarse a tu lado en el sofá, sentir el calor de tu cuerpo y tu olor a cigarros y el champú que siempre usas que para ella huele a flores y primavera. No sabes que lucha allí en el frio en la oscuridad entre los árboles, y luego al lado del lago. Lucha contra algo grande, abstracto, que no lo entiende y no le puede poner nombre, un hueco negro, una fuerza fría en la barriga. Lo pegajoso que la presiona y tira. Es tan fuerte que sueña con el lago por las noches: está en el por debajo del hielo. El agua está fría y sucia. Intenta ir hacia arriba pero no puede. No puede ver la superficie porque el agua se ha vuelto turbia por mover sus pies en el fondo. También sueña con formas: en el sueño es una forma. Es grande y redonda y quiere estar vacía. Intenta vaciarse pero siempre está llena. No sabes cuánto quiere ganar, cuánto quiere gritar, volver, correr hacía tu ventana con luz calurosa. Pero no puede. Algo le impide. No sabes que está allí fuera mirando hacía la casa amarilla de madera. No sabes que lucha (la chica con el micrófono, la sonrisa orgullosa en el espejo) y que siempre pierde contra lo negro, la nieve y el lago, el hielo que la presiona y la hace fría y pequeña aunque se ve tan enorme. No sabes que te busca en las ventanas de candelabros con velas vivas y la lámpara con la tela azul encima.

El lavavajillas terminó y has puesto ropa en la secadora. Cuando vas a apagar las luces de la ventana de la cocina ves las profundas huellas de ella en la nieve. Aprietas la rebeca más cerca del cuerpo. Han dicho que esa noche va a nevar de nuevo.

Sofia Feith

Tindaya: Monumento a la intolerancia

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En montaña Quemada, a unos pocos kilómetros de Tindaya, hay un monumento a Miguel de Unamuno. Cuando vió esa montaña con su tierra negra alrededor, tierra, tierra, nada más que tierra, dijo que sería un buen sitio para ser enterrado. Pero las Islas Canarias son poca tierra. Son cielo y mar. Hay una leyenda de los guirres que dice que cuando se sienten la llegada de su muerte se elevan en ese cielo hasta desvanecerse en el aire para luego renacer. Dice la tradición oral que el guirre fue un ave sagrado entre los majos. Los majos eran los antiguos habitantes de Fuerteventura. Dicen que los espíritus de sus antepasados flotaban en el aire encima del mar y que venían a dar aviso cuando les llamaban. Hay los que creen que los grabados de siluetas de pies en Tindaya son símbolos de ellos, los espiritus de los antepasados, y su presencia en la montaña sagrada. Ahora los guirres están bajo la amenaza de desaparecer para siempre. También lo están los grabados de siluetas de pies en Tindaya a poco kilómetros de donde Unamuno dijo que era un buen sitio para ser enterrado.

A diferencia de otras partes del mundo, donde viven en medio de su naturaleza, entran en ella y se siente parte de algo más grande, nosotros en Occidente hemos visto al mundo con distancia y como posible de dividir en distintos objetos, con líneas rectas y reglas y formulas claras y categorías para todo. Cuando los indígenas americanos hacen sus postes de tótem con cuidado y amor dicen que no solamente esculpen un trozo de madera, sino se ponen en contacto con sus espíritus. Estos artesanos tienen un conocimiento inmenso, silencioso, un sentir que no se puede describir con palabras o números. Los europeos que llegaron a América no lo sabían apreciar, ni siquiera lo intentaron. Habían decidido que la gente allí era diferente y por eso inferior, barbaros, con menos cultura, y desde luego no la correcta. No intentaron entender la rica herencia de todos los distintos pueblos que querían a sus ríos y sus bosques y tenían los animales como sus hermanos. Les iban sometiendo haciéndoles inferiores, extranjeros, “Indios”, en las mismas tierras donde habían nacido y crecido. También lo hicieron en las Islas Canarias. La diferencia es que en Canarias no superó la cultura ni el idioma el derrame de sangre y la opresión y el miedo de la Inquisición que siguió. Una ruptura cultural de ese tamaño tiene que haber sido algo épico, grande y muy violento, escribe el historiador y arqueólogo Antonio Tejera Gaspar en su libro” La religión de los Guanches”: solamente la desintegración sistemática de las unidades familiares o la eliminación física de la mayor parte puede explicar que la lengua desparezca en apenas un siglo. Los Conquistadores cogieron niños de sus madres y los repartieron entre ellos mismos para “educarlos bien” en la nueva cultura y la nueva religión. Iban primero escondiendo y luego olvidando sus antepasados. Lo que queda son leyendas y palabras sueltas y restos de cerámica y huesos. Y algunos de sus roques y montañas sagradas con grabados de imágenes y símbolos que ya nadie entiende.

Nuestro espacio no es solamente mar y árboles y montañas, tiene siempre algo de simbólico. En él se puede ver nuestros sentimientos y nuestros valores hacía lo que nos rodea. Y aunque aquí muchos luchan por ella la naturaleza está en peligro. La amenaza habla, grita, de valores cuando se pone los intereses de una “entidad” gigante y fugaz sin rostro- de “alguien”, no sabemos muy bien de quien- delante del futuro de nosotros, de nuestros hijos, delante de unas islas que fueron un paraíso y que ya no lo son. Casi no queda nada del gran bosque de Doramas en la isla de Gran Canaria que empezaron talar los castellanos después de la conquista. Qué hiciste de tu barbusano? escribió José Viera y Clavijo en el siglo XVIII. Tu palo blanco, que gusano aleve le consumió? Y ahora viene un gigante sin rostro, ni siquiera del mundo físico, un juego abstracto, una apuesta flotando encima del mar, de muchos mares, una mancha negra pegajosa que se acerca a la costa y apesta y ensucia y mata lo vivo. Habla- otra vez- de nuestros valores como sociedad. Habla de nosotros. Habla de dinero y negocios y la ambición personal, de la corrupción y la avaricia, de pensar como un conquistador: robar, saquear lo que se pueda. El gusano, la mancha negra. Los edificios que se multiplican.

He leído que quería consagrar el espíritu en Tindaya, la montaña sagrada de los majos. Quería poner un enorme cubo vacío dentro, hacerlo un espacio monumental en negativo. La idea de Eduardo Chillida era que cuando alguien entrara en ese cubo de 50 por 50 por 50 metros sintiera en el silencio y en el vacío la pequeñez humana, de lo pequeño e insignificantes que realmente somos. Eso le iba a hacer reflexionar sobre lo esencial y la tolerancia. No sabemos qué significaban para los majos los podomorfos encontrados. Y solamente por eso, porque no lo sabemos, no deberíamos dejarlo hacer. Es bastante probable que tuvieran que ver con símbolos en forma de huellas de sus antepasados sagrados, de un dios, o con ritos de purificación del lugar, de librarse de seres malvados, de protección, de declararlo un espacio sagrado. Y entonces: ¿sacar la piedra, hacer un cubo grandísimo con líneas rectas exactas en medio, no solamente tocando sino vaciando lo más sagrado que queda de una cultura, arriesgando que también se destruyan estos últimos restos de una forma de vivir brutalmente aniquilada, para pensar en la tolerancia no sería como mínimo paradójico? ¿No sería simbólico de nuestra cultura imponiendo sus líneas rectas dentro de naturaleza protegida y lo más sagrado de otra? Sería más bien una obra de arte para reflexionar sobre la intolerancia, que casi es lo mismo pero no es igual. Podría hacernos reflexionar sobre la soberbia, sobre ponerse encima de otros y solamente pensar en saquear para uno mismo lo que debería ser de todos, lo que debería ser una herencia para el futuro. Vamos: una obra de arte para reflexionar sobre el egoísmo y lo corrupto. Podríamos llamarla, no sé, por ejemplo, Caso Tindaya.

Pero si intentamos sentir, através de la naturaleza, el arte, la generosidad, el amor, que somos parte de algo más grande, nada más, a lo mejor podríamos entender la importancia que tenían los espíritus para los majos cuando subían la montaña Tindaya y para los indigenas americanos cuando hacían sus postes de tótem. En Canarias se decía antes de la Conquista que se podía ver los espiritus de los antepasados ciertos días como nubecitas en la orilla del mar. A lo mejor si se mira fijamente al agua uno de esos días se los puede ver. Si todavía siguen por allí. Si no es que lo que se ve es un barco perforador y una gran mancha negra, claro.

Sofia Feith

Una taza de café y arrogancia

Vi hace tiempo un video cortito y gracioso sobre cómo somos los suecos. Hay una escena donde un colaborador entra durante una reunión de invitados extranjeros con Fredrik Reinfeldt, el antiguo Premier Ministro del partido liberal. Dice el colaborador que alguien ha olvidado de poner su taza de café en la lavavajillas. Pone Fredrik encima, dice. Será tuya, Fredrik? Él que entonces era premier ministro (¡Fredrik Reinfeldt mismo hace el papel!) pide perdón a sus invitados y sale para poner su taza en la lavavajillas. Vi el video otra vez ayer. Y esa escena. Esta vez no solamente me reí de nosotros, los suecos. Esta vez me sentí orgullosa. Creo que nunca lo he hecho antes.

Probablemente tiene que ver con la situación que vivimos aquí en las Islas Canarias. Y esa taza de café. No es solamente las diferencias entre las personas, que crece, algunos pocos que se hacen más y más ricos mientras que muchos niños no comen más que en la escuela. No es solamente que una gran parte de los que tienen trabajo no tienen un sueldo que llega al fin de mes. Es la manera como nos tratan. La arrogancia. El tono soberbio. El silencio. Su manera de apartarse a sí mismos y hacerse especiales, por encima de los demás, de malgastar nuestro dinero y luego sentirse ofendidos si alguien se atreve preguntar o protestar.

Muchos de los suecos que conozco aquí están hablando de volver. Algunos ya lo han hecho. Y no es solamente la crisis, razones económicas. Tienen miedo de que vayamos a seguir hacia atrás, no quieren que sus niños crezcan sin voces en un paraíso que solamente es para algunos. Una zona franca sin moral para algunos con los amigos y la familia correcta y los demás sin derecho, ni posibilidad, de pensar por sí mismos ni protestar. No quieren que crezcan en un país donde los verdaderos ladrones no son condenados, o son indultados, donde algunos se pueden tomar la libertad de pisar a los demás y cuando estos protestan- finalmente protestan!- les amenazan con multas y cárcel. La gente está enfadada y frustrada y ellos ni siquiera quieren escuchar.

Y de repente me siento orgullosa de ser sueca. Yo que nunca lo he estado. Igual que los catalanes que antes no cuestionaban formar parte de España. “La Independencia” se ha puesto de moda en Barcelona me cuenta una amiga que vive allí. Pronto lo estará aquí también. Aquí en Canarias, donde la mayoría nunca se ha preocupado por estos asuntos. Pero algunos lo están provocando. Cuando nos pisan, nos ignoran, nos tratan como aire. Cuando juegan con nuestro dinero (que podría haber sido usado para comida y un sitio donde vivir) comprando con dinero público cosas de lujo, más casas, más coches, ropa de marca para ellos mismos, viajes y fiestas privadas.

A Greenpeace les ataca la Armada, y dejan una activista en el hospital, durante una protesta pacífica contra las prospecciones petrolíferas después de que ellos dejaron una compañía de petróleo mandar aquí su barco perforador y ellos mandaron la Armada aunque la gente de las islas gritó y grita porque tenemos miedo. Tenemos miedo que destruyan nuestra naturaleza, y no hay otra en el mundo (las islas canarias es uno de los pocos Hot Spots de Biodiversidad del mundo entero, es como las Islas Galápagos para la zoología). Tenemos miedo que destruyan el turismo. Nosotros que tenemos islas llenas de sol y viento que deberíamos usar- y que no se acaba. Siento como se me está acabando el aire. Después de tantas esperanzas y haber sentido la energía de calles llenas, de tanta gente protestando, gritando, otra y otra vez, tantas manifestaciones y enfados y alegrías y la sensación de comunidad, de estar juntos, después de tanta corrupción y escándalos- otra y otra vez!-todo es como dar patadas en el aire. Duele y es frustrante.

Vi un arco iris ayer en la lluvia y el sol cerca de un barco perforador de petróleo fuera de la playa de Alcaravaneras en Las Palmas. Seguramente se había parado allí en camino a algún sitio. El arco iris iluminaba el cielo gris y pensé que me estoy poniendo como los canarios. Estoy empezando a buscar señales pequeños, porque quiero tener esperanza. Quiero creer que vengan naranjas flotando sobre el mar en vez de petróleo. Las naranjas que buscaba Pedro García Cabrera. Me acerqué al agua.. Metí mí mano.. y allí espero..

Sofia Feith

En kaffekopp och arrogans

Jag såg för ett tag sen en video med sketcher om svenskar och det fanns en scen där en medarbetare kommer in under ett möte med utländska besökare och säger till Fredrik Reinfeldt att någon inte satt in sin kaffemugg i diskmaskinen. Det står Fredrik på den, säger han. Är det möjligen din, Fredrik? Ni har kanske sett den. Sveriges dåvarande Statsminister ursäktar sig och går ut för att sätta sin mugg i diskmaskinen. Jag tittade på videon igen i går. Och den scenen. Den här gången skrattade jag inte bara åt oss svenskar. Den här gången kände jag mig faktiskt lite stolt. Det har jag nog aldrig gjort förut.

Jag tror det är något med situationen vi lever i här på Kanarieöarna som gör det. Och den där kaffemuggen. Det är inte bara skillnaderna mellan människor, att de växer, att det finns de, några få, som bara blir rikare och rikare medan många barn inte äter mer än i skolan, att inte ens en stor del av dom som har jobb får en lön så de klarar sig (en tredjedel av månadslönerna i Spanien ligger runt 600 Euro!). Det är inte bara det. Det är sättet de behandlar oss på. Arrogansen. Den nedlåtande tonen. Tystnaden. Deras sätt att skilja ut sig själva och göra sig speciella, över oss andra, att slösa upp våra pengar och sen bli förolämpade om någon vågar ställa en fråga eller protestera.

Många av de svenskar jag känner här pratar om att flytta tillbaka. En del har redan gjort det. Och det är inte bara krisen, ekonomiska skäl. De är rädda för att vi ska fortsätta gå bakåt, de vill inte att deras barn ska växa upp utan röster i ett paradis som bara är det för några få. En moralisk frizon för några med rätt vänner och släktingar och för resten utan rätt och möjlighet att tänka själva och protestera. De vill inte att de ska växa upp i ett land där de riktiga bovarna blir frikända eller benâdade, där några få kan ta sig rättigheter och trampa på de andra och när dessa protesterar –äntligen protesterar!- hota med böter och fängelse. Människor är arga och frustrerade och de vill inte ens lyssna.

Och det gör mig plötsligt stolt över att vara svensk. Precis som de gjort katalaner som aldrig knappt tänkt på om de bor i Spanien eller inte till att känna sig katalaner, ”självständighet” har blivit “inne” i Barcelona. Snart kommer det att vara det här också. Här på Kanarieöarna, där de flesta aldrig brytt sig om såna saker. Det är de som gör det. Genom att trampa på oss, ignorera oss, behandla oss som luft, leka bort våra pengar (som skulle ha kunna gå till mat, någonstans att bo) på lyx, hus, bilar, kläder, till dom själva, privata reser och fester.

Greenpeace blir attackerade av arméen och en aktivist handlar på sjukhus under en fredlig protest mot oljeborrningarna efter att de låtit ett oljebolag skicka hit sin oljeplattform och båtar och de skickat militärer fast vi på öarna skriker att vi är rädda för att de förstör vår natur, den som är unik i hela världen (Kanarieöarna är en av de få existerande Hot Spots av biologisk mångfald,som Galapagosöarna för zoologin), fast vi skriker att vi är rädda att de ska förstöra turismen, den nästan alla lever av. Fast vi har öar fulla av sol och vind som vi borde använda istället och som inte tar slut. Det känns som om jag tappat luften. Efter att ha hoppats och kännt energin och gemenskapen ute på överfulla gator, om och om igen, så mycket protester och ilska och glädje och gemenskap, så mycket korruption och skandaler- igen och igen!- är allt bara som att slå i tomma luften. Det gör ont och det är frustrerande.

Jag såg en regnbåge igår i regnet och solen vid en oljeplattform som låg utanför Alcaravanerasstranden i Las Palmas. Den har säkert stannat till här på väg någonstans. Regnbågen lyste starkt och jag tror jag håller på att bli som kanarierna.Jag börjar titta efter små tecken. Jag vill ju hoppas. Jag hoppas att det ska komma apelsiner guppande istället för olja. Apelsiner som de som Pedro García Cabrera letade efter. Jag går fram till vattnet..jag stoppar i handen.. och jag väntar..

Sofia Feith

Paraíso fugaz

fugazparaiso

Tienes la mañana libre de esa semana y corres todo el camino abajo al bar de la piscina donde está por detrás de la barra. Dices que puedes dormir con él esa noche porque no te tienes que levantar tan temprano.
“Pregunta otra vez el martes”, dice y pone gin tonic a una mujer rubia quemada por el sol. El martes. Los martes son los días grandes de Salidas. Cuando lo entiendes es como si alguien te hubiera pegado en la cara. Va a follar a una Niña-Turista hasta el martes!
“¡Vete a la mierda!” dices.
“¡Baja la voz!” dice él. “Estoy trabajando.”
Luchas contra el calor en tu cara, tu rostro enrojecido, tus ganas de llorar. No puedes llorar ahora entre toda la gente, tienes que quedarte, ¡piensa en otra cosa, piensa en lo que sea! dices a ti misma. No te dejan irte del bar todavía, tienen que estar allí y de buen humor y amables. Piensas: le voy a enseñar que no soy peor! Y te sientes mejor. Estás bastante borracha y se lo estás demostrando verdaderamente bien, si solo hubiera mirado. Bebes y bailas y hablas con los nuevos clientes que son tus amigos esa semana. Y te lo estás pasando bien, te ríes de verdad, hasta que veas como él, tu barman , se va con una chica. Van a su sitio, el de ustedes, dónde se escapaban unos ratitos (aunque estaban vigilando a todos por el bar) para sentarse a ver el agua y la noche y las estrellas. Es como si estuvieras desapareciendo. Te sientes mareada, la barriga se encoge, estas segura de que vas a vomitar. Sabes que no deberías, pero lo tienes que hacer: corres por detrás de ellos. Y luego en la playa ves un pelo largo rizado en la oscuridad, un bulto que parece ser ese pelo enredado con un cuerpo bronceado de niña delgada en vestidito corto. Es demasiado. Te paras por el sendero entre los árboles y los arbustos y explotas por dentro , me muero, de verdad, piensas, y realmente crees que lo vas a hacer. Luego ya no piensas sino comprimes todo lo que sientes en dos palabras. Gritas Fuck You! tan fuerte que se escucha por todo el club. El dj probablemente hace una pausa en la música porque es como si hubiera un silencio total, como si toda la isla estuviera en chock, nocaut, por un sentimiento tan verdadero.

El día después tu jefa te manda buscar. Dice que tu comportamiento ha sido inaceptable. No se puede gritar Fuck You en presencia de los Clientes. Dentro del muro nunca tienes libre, dice.
Luego dice que la palabra no existe en la isla.
“¿Qué palabra?” dices. “¿Fuck You? Son dos palabras.”
”Infidelidad”, dice tu jefa. ”No exste.”
Su marido era monitor de vela y se iba por allí con los barcos y las Niñas-Turistas. Ella sabía que se acostaba con ellas en el barco pero no dijo nada.
“¿Nunca?”
“Nunca.” Tu jefa se inclina sobre la mesa, mira por los dos lados. Sonríe y baja la voz: “pero mandaba las niñas allí cuando volvía el barco, les decía de gritar ¡Papá!¡Papá! Él decía: ¿Tienes que mandarlas aquí? ¿Tienen que gritar ¡Papá!¡Papá!?

Lo que no sabías, lo que todos los demás parecen saber, y que ahora has aprendido, es que el club de vacaciones es un juego. Entrar aqui es entrar en un juego bien delimitado- en el espacio, con sus muro, y en el tiempo, el viaje- con reglas bien definidas pero tácitas. Hay que pasarlo bien, reirse, solamente hablar de cosas que hace reir. Hay que gozar. Lo que tampoco sabías, y que todos los demás parecen saber, es que esta demarcación es un paréntesis. Es como si lo que pasa no estuviera pasando de verdad. O como si después nunca hubiera pasado. No tiene significado allí fuera, recuerda:es un juego, y eso hace que todo esté permitido: aquí se puede ir en un barco y reírse con una Niña-Turista y luego follarla sin recordar su nombre (para ella también será Mi Barman, Mi Monitor de vela). Se puede quitar su bikini en una nube de espumas, aunque es mediodía y visible desde todos los lados, porque es en la isla que es un paraíso y dónde siempre es primavera, y es en medio de esa primavera dónde nadie quiere saber nada que no sea el presente (la piel, el sol, los manos). Todo es volátil, ligeras alas de libélulas: vuelan un día y luego mueren.

Es el Baile del Sol en la piscina y sonrisas y manteles de tela blanca. Es siempre dos Amigos por cuatro Clientes en las mesas del bar y en el mar y en el restaurante. Es camisas blancas de tenis y golfbags y bonitos y bronceados cuerpos perfumados, que son, ¡ah, sí!, de verdad, en barcos de vela y cayacs. Son los mismos cuerpos que por las noches bailan. Son jóvenes y los vestidos son demasiado pequeños. Su piel es tersa y sus ojos prometen tanto. Hay monitores de vela y de surf que la misma noche que han ido con una Niña-Turista a su cama vuelven a las luces rojas de la piscina, buscan nuevos cuerpos delgados, bronceados, nuevos vestidos de primavera.

Todos lo parecen saber en la isla de vacaciones. Dicen que no hay reglas, que nada está prohibido. Se puede hacer cualquier cosa. Pero no es verdad. No si eres monitora de vela o de surf. O si gritas Fuck You y lo sientes.

Sofia Feith

Paradis för ett ögonblick

beso3

fugazparaiso

Du har din lediga förmiddag den veckan och du springer hela vägen ner till baren vid poolen där han står bakom bardisken. Du säger att du kan sova hos honom den natten för du behöver inte gå upp så tidigt.
”Fråga mig igen på tisdag”, säger han och häller upp en gin tonic till en blond kvinna. På tisdag. Tisdagar är de stora Avresedagarna. När du förstår är det som om någon slår dig i ansiktet. Han ska ligga med en turistflicka fram till på tisdagen!
”Du kan fara åt helvete!” säger du.
”Sänk rösten”, säger han. ”Jag jobbar!”
Du kämpar mot det röda, varma i ansiktet, det som vill gråta. Du får inte gråta nu bland alla människor, du måste vara kvar, tänk på något annat, tänk vad som helst! säger du till dig själv. De låter dig inte gå hem från baren än, ni måste vara där och prata och vara glada och trevliga.Jag ska fan visa honom att jag inte är sämre! tänker du. Och det känns bättre, det fungerar, du gråter inte. Du är riktigt bra på att visa honom om han bara hade tittat. Du dricker och dansar och pratar med de nya Gäster du blivit vän med den veckan. Och du har roligt, du skrattar på riktigt. Ända tills du ser hur han, din bartender, går i väg med en tjej. De går ut mot er plats vid havet där ni brukade smyga undan en stund (fast de har koll på att alla är nere vid baren) och satt och tittade på vattnet och natten och stjärnorna. Det är som om du håller på att försvinna. Du blir yr, magen snörs ihop, det känns som om du ska kräkas. Du vet att du inte borde, men att du måste: du springer efter. Och sen där borta på stranden ser du ett långt lockigt hår i mörkret, ett bylte som verkar vara det där håret ihoplindat med en smal brun flickkropp i kort klänning. Det slår snett. Du stannar på stigen bland träden och buskarna och du exploderar inombords, nu dör jag, på riktigt, tänker du och du tror verkligen du ska göra det. Sen tänker du inte alls längre, du samlar allt du känner och skriker Fuck you! så det ekar över området. DJ:n gör nog uppehåll i musiken, eller det ska du komma att tänka efteråt, för det är som om allt blir tyst, som om hela Semesterön blivit chockad, nockad, av en så äkta känsla.

Dagen efter kallar din chef på dig. Hon säger att ditt beteende varit oacceptabelt. Man kan inte skrika Fuck you sådär i Gästers närvaro. Innanför muren är du aldrig ledig, säger hon. Sen säger hon att det ordet inte existerar på Semesterön.
”Vilket ord?” säger du. ”Fuck You? Det är två ord.”
Otrohet”, säger din chef. ”Det finns inte.”
Hennes man var segelinstruktör tidigare och åkte iväg med båtarna och turisterna på turer. Hon visste att han låg med dom där på båten men hon sa ingenting.
”Ingenting?”frågar du.
”Nej, ingenting.” Din chef lutar sig fram över skrivbordet mot dig och ser sig omkring. Hon ler och sänker rösten till en viskning: ”Men jag skickade fram pojkarna när de var små när båten kom tillbaka, jag sa till dom att skrika Pappa!Pappa! Måste du skicka fram dom sådär? Måste dom skrika Pappa!Pappa! sa han.”

Det du inte visste, det alla andra verkar veta, och som du har lärt dig nu, är att Semesterklubben är en lek. En klart avgränsad lek- i rummet, med sina murar och i tiden, den korta resan – med tydliga men outsagda regler. Det du inte heller visste, och som alla andra verkar veta, är att den där avspärrningen är en parentes. Det är som om det som händer inte händer på riktigt. Eller som om det efteråt aldrig har hänt. Det har ingen betydelse utanför, kom ihåg: det är ju en lek, och det gör allting tillåtet. Här kan man segla och skratta med en turistflicka och sen ligga med henne utan att efteråt komma ihåg hennes namn (för henne blir det också Min Bartender, eller Min Seglarinstruktör). Man kan klä av hennes bikini i ett skummoln, fast det är förmiddag och synligt från överallt, för det är på ön som är ett paradis och där det alltid är vår och det är mitt i den där våren där ingen vill veta någonting annat än det som är i nuet (huden, solen, händerna). Allt är lätta och flyktiga sländvingar som flyger en dag och sen dör. Det är soldansen nere vid poolen och leenden och småprat och dukar och servetter i vitt tyg. Det är alltid minst två Vänner per fyra Gäster vid borden vid baren och i poolen och i havet och i matsalen. Det är vita tenniströjor och golfbagar och vackra och bruna välparfymerade kroppar, som är, o ja!, på riktigt, i segelbåtar och kajaker. Och det är samma kroppar på nätterna som dansar, de är unga och har för små klänningar, deras hud är brun och fast och deras ögon lovar så mycket. Det finns seglarlärare och surfinstruktörer som samma natt som de följt med en Turistflicka till hennes säng kommer tillbaka till de röda lamporna vid poolen, letar efter nya smala, bruna kroppar, nya korta sommarklänningar.

Och alla verkar veta det. De säger att inget är förbjudet här, att allt är tillåtet. Man kan göra vad som helst. Fast det är inte sant. Inte om du är en kvinnlig seglarlärare eller surfinstruktör. Eller om du skriker Fuck You och menar det.

Sofia Feith

La España trágica

no nos representa

Algo pasó. Algo tan importante pasó que Benito Pérez Galdós cambió su manera de escribir. Después de tantos y tantos libros realistas y naturalistas sobre la Historia de España, donde describió los conflictos y sufrimientos y las esperanzas de unos personajes y un pueblo, cambió totalmente el estilo justamente al final.

España estaba en un momento amargo. Eran tiempos tristes, el fin de la Primera República. Era La España trágica de la vuelta hacia atrás, a la Restauración. Pero también era el momento para Galdós de tomar un paso hacia adelante. Tenía que dejar la forma de sus Episodios Nacionales, que hasta entonces había ido recreando las historias de su tiempo, e intentar interferir en la Historia misma. ¡Ya no era realista, ni siquiera Naturalista, ya era otra cosa! Había que mojarse. Había que hablar de Revolución. Y allí entró Clío, el personaje simbólico de la Historia. La Historia misma que no quería seguir contando. Clío pensó que La Restauración inauguraba los tiempos bobos, y que ella no quería relatarlo. La Historia de España ya no tenía sentido. Dice en la última toma de los Episodios Nacionales que la paz es don del cielo cuando significa el reposo de un pueblo que fisiológicamente y moralmente está bien y viven juntos como un colectivo:

Pero la paz es un mal si representa la pereza de una raza y su incapacidad para dar práctica solución a los fundamentales empeños del comer y del pensar. Los tiempos bobos que te anuncié haz de verlos desarrollarse en años y lustros de atonía, de lenta parálisis, que os llevará a la consunción y a la muerte.

Luchas y guerras y el Imperio que se cayó, las dos Españas- la Historia formó la sociedad, una en el Mediterráneo, y otra en el Atlántico. Aunque describe el país hace más de cien años leyendo Galdós a mí, que soy de fuera, me ayuda a entender. Comprender cómo no dejar la gente expresar su opinión, ni protestar, puede ser considerado democracia. Yo, que vengo de un país nórdico donde aprendemos ya en el colegio siendo niños a participar y tomar decisiones y ver las acciones de los responsables con una mirada crítica (y que eso sea parte del deber del pueblo), no lo hubiera considerado así.

¿Sabes por qué creo que se da esta confusión de conceptos? Yo pienso que aquí a la gente en posiciones de liderazgo simplemente nunca les enseñaron qué es una verdadera democracia, qué es trabajar por el bien de una colectividad, de un pueblo. Por tienen los conceptos un poquito al revés. ¡Claro, los educaron en una dictadura! ¡Y ni siquiera se han dado cuenta! La autoridad con soberbia, el paternalismo arrogante, sigue allí como un personaje de los de Galdós: un hombre mayor con ropa desfasada, duro, inflexible, que no quiere escuchar, ni perdonar, ni admitir errores, que cree que sus hijos ni sirven para tomar sus propias decisiones. Un hombre con miedo a la muerte. Miedo a todo. Está allí como La Vieja España trágica: el poder por encima y apartado del pueblo. Es la España conservadora sentada en un banco en la esquina soñando desesperadamente con glorias pasadas, con ser el centro, ser alguien otra vez.

¿Estamos yendo hacía allí? ¿O estamos yendo hacía un “liberalismo”, que ya no es tan liberal porque deja entrar nada más que a unos pocos, donde mandan los multinacionales que piensan sólo en sus propios beneficios? Entidades abstractas gigantescas sin rostro. Jugando su juego con sangre fría. Hielo, no fuego. Cálculos, no emociones.

De todas formas parecen ir de mano. Las fuerzas liberales multinacionales ya tienen el poder sobre la vieja España pobre y cansada. Ni siquiera intenta defender su pueblo y su naturaleza cuando uno de los Gigantes sin rostro quiere sacar petróleo (y quedarse con el beneficio) que pueda destruir un paisaje único y la economía local de unas islas que dicen son parte de este país.

Clío, la Musa de la Historia de Pérez Galdós, ya hablaba de los políticos como una casta que se divide hipócritamente en dos bandos, pero los dos son igual de dinásticos e igual de estériles. Una casta sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo, dice Clío; no suavizarán el malestar de las clases proletarias. ¿Les suena? ¿Si Clío se atreviera volver hoy encontraría más sentido en la Historia de España actual? Quizá sí. No sabemos cómo continuaría la historia. Porque ya no es aquel pueblo ignorante y analfabeto. Hoy este pueblo tiene más formación y cultura que muchos de sus dirigentes. Sabemos muy bien lo que nos está pasando. Y eso puede ser la diferencia de los tiempos de Pérez Galdós y ahora. Creo que se puede ser más optimista que el Maestro.

Quizás realmente hay nuevos tiempos y no hay que amargarse como él al final de su vida cuando los sectores conservadores españoles hicieron campaña en su contra y consiguieron que los suecos no le dieran el premio Nobel. Hoy día vemos que esos sectores están cada vez más nerviosos porque el pueblo está reaccionando, si volviera Clío a escribir la historia, ellos volverían a tratarla como trataron a Galdós.

Sofía Feith

El juego perverso

temiendo lo peor

Es un juego. Es entrar en un juego- ¡fantástico, maravilloso!- donde las reglas son diferentes, solamente insinuadas, sopladas en la sombra. Te dicen cuando entras: ¡Tienes que hacer lo que te de la gana, tienes que coger, da igual que, lo que quieras! No lo olvides: si entras eres como los cerdos de la rebelión de la granja de George Orwell, eres más igual que otros. No lo puedes decir, nadie te lo va a decir, pero si entras con nosotros tienes que pensarlo. Y no te puedes echar hacia atrás.

En Suecia hay una expresión que dice dra sitt strå till stacken, en español sería “llevar su pinocha al hormiguero.” Se usa para describir como todos poco a poco y con esfuerzo construyen algo juntos. Crecí en grandes bosques de abetos y pinos. Allí hay muchos hormigueros, los recuerdo como enormes, y siempre me fascinaba ver cómo trabajaban sin parar las hormigas tan pequeñas tirando la pinocha por la tierra o llevándola por encima de sus espaldas. Cuando pienso en cómo debería ser un país lo veo como un imagen de un hormiguero que se han construido con el esfuerzo común. El problema de mi imagen es si responsables del hormiguero no lo ven como eso, sino como una mina de oro con entrada VIP exclusiva para ellos. Si piensan que en vez de la Ley Oficial pueden seguir una Ley de la Noche en la sombra como la que describe el sociólogo Slavoj Zizek.En este caso es puro hedonismo:Haz todo que te da placer, coge todo que deseas… Solamente tienes que pensar en el aquí y ahora, en ti mismo, en que no hay límites…

Cuando entras en el grupo te soplan las reglas especiales en el oído. Te ponen una tarjeta de un banco en la mano o una invitación a una fiesta de vinos caros y masajes con una sonrisa y una palmada en la espalda y te dicen: ¡Aquí empieza el juego! ¡Puedes cumplir todos tus deseos y caprichos! Tenemos nuestra Ley, la paralela. La única regla es que tienes que hacerlo también, así te tenemos atrapado, y en silencio, porque sabemos cosas de tí y tú de nosotros (eso es lo que queremos).Así estamos juntos en una gran telaraña. Hay que evitar las telarañas, dirán los demás. Dirán que tienen seda pegajosa de captura, que tienen irregulares enredos de seda sobre ellas que desorientan e interceptan y atrapan en la tela inferior sin que uno se de cuenta. Es verdad, pero vale la pena. No vas a notar que entras en una, para tí será como un sueño, bellísimo, un carnaval, una gran fiesta, un juego sin reglas donde todo es al revés. Un sueño erótico lleno de gula y vino y manos que dan placer. Vas a sentir deseo y avaricia, y nuestros amigos te van a dar lo que pides. Luego vas a volver a querer (esos manos, ese sueño) y te lo dan otra vez al mismo tiempo que te enrededamos un poquito más. Vas a estar totalmente atrapado. Como nosotros. Tienes que ser uno de los nuestros.

En los países escandinavos cuando crecí había una fuerte presión de una ley tampoco escrita, “La Ley del Jante”: No creas que eres alguien, no creas que eres más especial que los demás. La Ley de la Noche es como un reflejo desfigurado de la Ley de Jante que tanto conozco, es como su versión antípoda, perversa: todos somos iguales, y nosotros más que otros. Me indigna mucho verlo. Ver la actitud soberbia y arrogante, de ponerse tan por encima de los otros, que además están en una situacion más débil y muchas veces muy difícil,que veo en personas con poder en este país. ¿Puede haber algo más “anti-sistema”? Y luego tener que escuchar ¡pero tú también lo hiciste, tú, tu partido!, como si eso fuera una excusa. Es verdad que si hablamos de un sistema corrupto, un juego generalizado, que te tira, que te seduce, es difícil resistir. Lo entiendo. Pero , como individuo, tienes la decisión en tus manos. Si tú entras has entrado. Si coges el dinero lo has cogido. El y tú más, que ha consolidado las acciones, nunca es un argumento válido en discusiones serias entre adultos.Todos somos responsables de nuestras propias acciones. Si hago algo malo no es menos malo porque lo hagan otros también.

¡Hay que echar a responsables que no son responsables! Hay que actuar con más dureza (¡no menos!) dependiendo de la responsabilidad que tenga el que vea el hormiguero como una mina de oro y como una constante ida y venida de fiestas y de canapés y fotos para los demás con sus amigos del grupo selecto. Porque si es tan grave y grande que sea la cultura de la clase política y empresarial establecida que es corrupta las culturas pueden cambiar. Las leyes y las acciones de los máximos responsables tienen sobre todo una función pedagógica. ¡Por eso hay que empezar desde arriba y ser buenos modelos con buenos valores! Y si no irse. Hay que empezar a tirar de la telaraña.

Sofia Feith

El reparto de lussebullar

lussekatter

Estás pasándolo pipa riéndote y bromeando con un grupo de madres de amigos de tus hijos cuando ella se acerca y te dice:
“¿No ves que tu hijo ha cogido otro sándwich? ¡Tienes que vigilarle!”
“No creo que le sienta mal, es de jamón y queso”, contestas con ganas de volver a reírte con el grupo de madres.
“No es por eso” dice ella. “A lo mejor los otros no han cogido. ¡Tiene que haber para todos los niños!”
“Que se espabilen”, dices y te giras ya hacia las madres que han continuado a bromear y reírse sin ti. ¿De qué están hablando? Intentas captar el tema de la conversación.
Ella te coge por el brazo:
“¿Cómo?” dice. “Qué quieres decir con eso?”
Tiene a tu hijo cogido de una mano y el niño tiene el sándwich en su otra mano.
“Quiero decir que hay que aprovechar mientras queden, antes que los cojan los otros.”
Ella quita el sándwich a su hijo y te echa una mirada.
“No creo que lo que acabas de decir sea transmitir buenos valores a los niños”, dice, ahora con el sándwich en una mano y el hijo todavía en el otro camino hacia la mesa de merienda para devolverlo. Tú, que estás en una fiesta pasándolo bien, no quieres pensar en transmitir nada. Tampoco quieres discutir con ella qué es en realidad manifestaciones de buenos valores y qué es más bien boberías.

Unos días más tarde van a una fiesta tradicional sueca a celebrar Santa Lucia. Ella es sueca y los niños van a cantar y leer. Después de escuchar a tus hijos cantar y leer en sueco sin entender nada, y luego muchos otros niños leer y cantar, también en sueco, estás a punto de dormirte y tienes ya mucho hambre. Hay lussebullar, unos dulces suecos muy ricos, y café encima de una mesa por debajo de un árbol en el jardín fuera de la casa. Lo único malo es que hace falta hacer cola durante bastante tiempo para cogerlo, pero como están los suecos allí tan pacientes y silenciosos en su cola bien ordenada y disciplinada es fácil hacer como que conocieras a alguien y ponerte entre los primeros. No se quejan, ni se enfadan contigo. Los suecos en la cola no dicen nada. Seguramente ni se han dado cuenta. Tienes a tu madre contigo, y ella lo hace incluso mejor. Es una maestra consolidada en el arte de colarse. Lo practica todos los días, desde hace muchos años, cuando compra los embutidos, y después otra vez en la caja, del supermercado y en la pescadería. Pero ella los pilla, a los dos, in fraganti. Á ti con dos dulces en la mano y la suegra con tres. No dice nada pero puedes leer en su rostro que se siente molesta contigo, y con su suegra, por colarse. Y además por coger varios dulces antes de que hayan podido servirse los últimos de la fila.

Cuando llegan los últimos de la fila para coger sus lussebullar ya no hay más porque los suecos que lo organizaron contaron con que cada uno solamente iba a coger un dulce nada más e hicieron sus cálculos partiendo de eso. Y los cálculos son los cálculos.Además: tiene que ser igual para todo el mundo. A tu mujer se le pone la cara toda roja de vergüenza cuando se lo dicen. Y después de hablar otra vez de que valores deberán dar a los niños- sin que, tampoco esta vez, digas que puestos a hablar de injusticias y desigualdades prefieres hacerlo de otras cosas de más transcendencia para la humanidad que si se cuela o no para coger sándwiches y dulces- te dices a ti mismo que no vale la pena uno ahorrarse unos minutos, y coger un sándwich o un dulce más, si luego tiene que estar treinta y cinco minutos hablándolo y analizándolo. Decides que la próxima vez vas a hacer cola y solamente vas a coger la comida que te corresponde, como un buen sueco auto-disciplinado. De estos que se ponen en su cola y aguantan en silencio. Vas a ver a los demás. En otras palabras: no te vas a hacer el sueco.

Después de la fiesta de Santa Lucia este año la comisión de fiestas tendrán una reunión y hablarán muy seriamente de fikat, la merienda. Muchos, dirán, después de hacer una larga cola, se quedaron sin lussebullar, y eso es inaceptable. Decidirán que tendrán que vigilar mejor la mesa de dulces el próximo año. Asignarán a dos personas muy serias y con autoridad para dar un dulce a cada asistente al acto.

Vamos a jugar un poco con la imaginación: ¿qué pasaría si durante la fiesta de Santa Lucía los responsables de los dulces hubieran estado en la mesa comiendo los dulces ellos mismos, riéndose, bromeando- llamando a sus familiares y amigos para que también vengan y coman y pasaran de la cola, ¡ven, hombre, estos dulces están de puta madre!– mientras que los asistentes del acto hacían cola mirándoles y al final cuando lleguen quedándose sin nada? Allí tenemos la escena imaginaria, ¿lo pueden ver? Ahora: imaginan que pasaría en la reunión de evaluación de la comisión sueca de fiestas ese año. Les aseguro que unánimemente hubieran decidido que era un gran escándalo y que tendrían que cambiar las personas responsables de la mesa y el sistema de repartimiento de los lussebullar para el año siguiente. Y créenme (ahora viene lo interesante): ¡después también lo hubieran hecho! Esos responsables de la mesa de dulces no volverían a ser responsables de absolutamente nada nunca más en otra fiesta de Santa Lucía.

Visto desde fuera puede parecer una bobería discutir sobre unos dulces o sándwiches en una fiesta, se puede pensar: ¿porque no simplemente ponen más?, pero trasladado al mundo de la política y la economía creo que tomar las cosas más en serio, y sobre todo cuando se trata de lo que transmitimos a los niños – hasta las cosas más pequeñas- cortaría muchas golfadas, por parte de gente que ven todo como un juego, desde la raíz.

Pero volvemos ahora a verte a tí y a tu familia. El domingo del mismo fin de semana que la fiesta sueca de Santa Lucía van a ver a Efecto Pasillo en un Centro Comercial. Es un pequeño concierto gratis al aire libre organizado por tu empresa. Ves enseguida a algunos que conoces y luego ves a varios compañeros que están trabajando en el acto y te acercas para saludar y reírte un rato con ellos. Después del concierto los niños quieren autógrafos. Hay cola y ha pasado ya la hora de comer. Tienes hambre y estás sudando quemandote al sol sin agua esperando primero a que salga el grupo otra vez y después su turno. Pero no te mueves de tu sitio, actúas como un buen sueco auto-disciplinado como has decidido. Estás de pie con los niños y ella, los niños con gorras para el sol, paciente en la cola sin quejarte. Ni colarte. Cuando llevan una hora esperando ella te pregunta con cara radiante y contenta:
“¿Qué crees que pensarán tus compañeros de trabajo cuando nos vean ahora que no has entrado por detrás del escenario con los niños, tú que trabajas con ellos? ¿Pensarán que bueno, no? Pensarán: ¡Que honrado y sencillo es que espera como todos los demás en vez de aprovecharse de la situación, él que conoce a todos aquí!”
Te secas el sudor de la cara con la manga corta del t-shirt y contestas con la voz baja y contenida:
“¿Qué pensarán? ¡Pensarán que soy un gilipollas!”

Sofia Feith