El juego perverso

temiendo lo peor

Es un juego. Es entrar en un juego- ¡fantástico, maravilloso!- donde las reglas son diferentes, solamente insinuadas, sopladas en la sombra. Te dicen cuando entras: ¡Tienes que hacer lo que te de la gana, tienes que coger, da igual que, lo que quieras! No lo olvides: si entras eres como los cerdos de la rebelión de la granja de George Orwell, eres más igual que otros. No lo puedes decir, nadie te lo va a decir, pero si entras con nosotros tienes que pensarlo. Y no te puedes echar hacia atrás.

En Suecia hay una expresión que dice dra sitt strå till stacken, en español sería “llevar su pinocha al hormiguero.” Se usa para describir como todos poco a poco y con esfuerzo construyen algo juntos. Crecí en grandes bosques de abetos y pinos. Allí hay muchos hormigueros, los recuerdo como enormes, y siempre me fascinaba ver cómo trabajaban sin parar las hormigas tan pequeñas tirando la pinocha por la tierra o llevándola por encima de sus espaldas. Cuando pienso en cómo debería ser un país lo veo como un imagen de un hormiguero que se han construido con el esfuerzo común. El problema de mi imagen es si responsables del hormiguero no lo ven como eso, sino como una mina de oro con entrada VIP exclusiva para ellos. Si piensan que en vez de la Ley Oficial pueden seguir una Ley de la Noche en la sombra como la que describe el sociólogo Slavoj Zizek.En este caso es puro hedonismo:Haz todo que te da placer, coge todo que deseas… Solamente tienes que pensar en el aquí y ahora, en ti mismo, en que no hay límites…

Cuando entras en el grupo te soplan las reglas especiales en el oído. Te ponen una tarjeta de un banco en la mano o una invitación a una fiesta de vinos caros y masajes con una sonrisa y una palmada en la espalda y te dicen: ¡Aquí empieza el juego! ¡Puedes cumplir todos tus deseos y caprichos! Tenemos nuestra Ley, la paralela. La única regla es que tienes que hacerlo también, así te tenemos atrapado, y en silencio, porque sabemos cosas de tí y tú de nosotros (eso es lo que queremos).Así estamos juntos en una gran telaraña. Hay que evitar las telarañas, dirán los demás. Dirán que tienen seda pegajosa de captura, que tienen irregulares enredos de seda sobre ellas que desorientan e interceptan y atrapan en la tela inferior sin que uno se de cuenta. Es verdad, pero vale la pena. No vas a notar que entras en una, para tí será como un sueño, bellísimo, un carnaval, una gran fiesta, un juego sin reglas donde todo es al revés. Un sueño erótico lleno de gula y vino y manos que dan placer. Vas a sentir deseo y avaricia, y nuestros amigos te van a dar lo que pides. Luego vas a volver a querer (esos manos, ese sueño) y te lo dan otra vez al mismo tiempo que te enrededamos un poquito más. Vas a estar totalmente atrapado. Como nosotros. Tienes que ser uno de los nuestros.

En los países escandinavos cuando crecí había una fuerte presión de una ley tampoco escrita, “La Ley del Jante”: No creas que eres alguien, no creas que eres más especial que los demás. La Ley de la Noche es como un reflejo desfigurado de la Ley de Jante que tanto conozco, es como su versión antípoda, perversa: todos somos iguales, y nosotros más que otros. Me indigna mucho verlo. Ver la actitud soberbia y arrogante, de ponerse tan por encima de los otros, que además están en una situacion más débil y muchas veces muy difícil,que veo en personas con poder en este país. ¿Puede haber algo más “anti-sistema”? Y luego tener que escuchar ¡pero tú también lo hiciste, tú, tu partido!, como si eso fuera una excusa. Es verdad que si hablamos de un sistema corrupto, un juego generalizado, que te tira, que te seduce, es difícil resistir. Lo entiendo. Pero , como individuo, tienes la decisión en tus manos. Si tú entras has entrado. Si coges el dinero lo has cogido. El y tú más, que ha consolidado las acciones, nunca es un argumento válido en discusiones serias entre adultos.Todos somos responsables de nuestras propias acciones. Si hago algo malo no es menos malo porque lo hagan otros también.

¡Hay que echar a responsables que no son responsables! Hay que actuar con más dureza (¡no menos!) dependiendo de la responsabilidad que tenga el que vea el hormiguero como una mina de oro y como una constante ida y venida de fiestas y de canapés y fotos para los demás con sus amigos del grupo selecto. Porque si es tan grave y grande que sea la cultura de la clase política y empresarial establecida que es corrupta las culturas pueden cambiar. Las leyes y las acciones de los máximos responsables tienen sobre todo una función pedagógica. ¡Por eso hay que empezar desde arriba y ser buenos modelos con buenos valores! Y si no irse. Hay que empezar a tirar de la telaraña.

Sofia Feith

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