La España trágica

no nos representa

Algo pasó. Algo tan importante pasó que Benito Pérez Galdós cambió su manera de escribir. Después de tantos y tantos libros realistas y naturalistas sobre la Historia de España, donde describió los conflictos y sufrimientos y las esperanzas de unos personajes y un pueblo, cambió totalmente el estilo justamente al final.

España estaba en un momento amargo. Eran tiempos tristes, el fin de la Primera República. Era La España trágica de la vuelta hacia atrás, a la Restauración. Pero también era el momento para Galdós de tomar un paso hacia adelante. Tenía que dejar la forma de sus Episodios Nacionales, que hasta entonces había ido recreando las historias de su tiempo, e intentar interferir en la Historia misma. ¡Ya no era realista, ni siquiera Naturalista, ya era otra cosa! Había que mojarse. Había que hablar de Revolución. Y allí entró Clío, el personaje simbólico de la Historia. La Historia misma que no quería seguir contando. Clío pensó que La Restauración inauguraba los tiempos bobos, y que ella no quería relatarlo. La Historia de España ya no tenía sentido. Dice en la última toma de los Episodios Nacionales que la paz es don del cielo cuando significa el reposo de un pueblo que fisiológicamente y moralmente está bien y viven juntos como un colectivo:

Pero la paz es un mal si representa la pereza de una raza y su incapacidad para dar práctica solución a los fundamentales empeños del comer y del pensar. Los tiempos bobos que te anuncié haz de verlos desarrollarse en años y lustros de atonía, de lenta parálisis, que os llevará a la consunción y a la muerte.

Luchas y guerras y el Imperio que se cayó, las dos Españas- la Historia formó la sociedad, una en el Mediterráneo, y otra en el Atlántico. Aunque describe el país hace más de cien años leyendo Galdós a mí, que soy de fuera, me ayuda a entender. Comprender cómo no dejar la gente expresar su opinión, ni protestar, puede ser considerado democracia. Yo, que vengo de un país nórdico donde aprendemos ya en el colegio siendo niños a participar y tomar decisiones y ver las acciones de los responsables con una mirada crítica (y que eso sea parte del deber del pueblo), no lo hubiera considerado así.

¿Sabes por qué creo que se da esta confusión de conceptos? Yo pienso que aquí a la gente en posiciones de liderazgo simplemente nunca les enseñaron qué es una verdadera democracia, qué es trabajar por el bien de una colectividad, de un pueblo. Por tienen los conceptos un poquito al revés. ¡Claro, los educaron en una dictadura! ¡Y ni siquiera se han dado cuenta! La autoridad con soberbia, el paternalismo arrogante, sigue allí como un personaje de los de Galdós: un hombre mayor con ropa desfasada, duro, inflexible, que no quiere escuchar, ni perdonar, ni admitir errores, que cree que sus hijos ni sirven para tomar sus propias decisiones. Un hombre con miedo a la muerte. Miedo a todo. Está allí como La Vieja España trágica: el poder por encima y apartado del pueblo. Es la España conservadora sentada en un banco en la esquina soñando desesperadamente con glorias pasadas, con ser el centro, ser alguien otra vez.

¿Estamos yendo hacía allí? ¿O estamos yendo hacía un “liberalismo”, que ya no es tan liberal porque deja entrar nada más que a unos pocos, donde mandan los multinacionales que piensan sólo en sus propios beneficios? Entidades abstractas gigantescas sin rostro. Jugando su juego con sangre fría. Hielo, no fuego. Cálculos, no emociones.

De todas formas parecen ir de mano. Las fuerzas liberales multinacionales ya tienen el poder sobre la vieja España pobre y cansada. Ni siquiera intenta defender su pueblo y su naturaleza cuando uno de los Gigantes sin rostro quiere sacar petróleo (y quedarse con el beneficio) que pueda destruir un paisaje único y la economía local de unas islas que dicen son parte de este país.

Clío, la Musa de la Historia de Pérez Galdós, ya hablaba de los políticos como una casta que se divide hipócritamente en dos bandos, pero los dos son igual de dinásticos e igual de estériles. Una casta sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo, dice Clío; no suavizarán el malestar de las clases proletarias. ¿Les suena? ¿Si Clío se atreviera volver hoy encontraría más sentido en la Historia de España actual? Quizá sí. No sabemos cómo continuaría la historia. Porque ya no es aquel pueblo ignorante y analfabeto. Hoy este pueblo tiene más formación y cultura que muchos de sus dirigentes. Sabemos muy bien lo que nos está pasando. Y eso puede ser la diferencia de los tiempos de Pérez Galdós y ahora. Creo que se puede ser más optimista que el Maestro.

Quizás realmente hay nuevos tiempos y no hay que amargarse como él al final de su vida cuando los sectores conservadores españoles hicieron campaña en su contra y consiguieron que los suecos no le dieran el premio Nobel. Hoy día vemos que esos sectores están cada vez más nerviosos porque el pueblo está reaccionando, si volviera Clío a escribir la historia, ellos volverían a tratarla como trataron a Galdós.

Sofía Feith

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